En el caso de las organizaciones, siempre celosas de cuidar su reputación, las malas noticias generan una cuota adicional de incertidumbre: no se trata sólo del interrogante sobre qué hacer, sino sobre todo acerca de qué comunicar ¿o mejor no comunicar nada?

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Están los cultores del “wait and see” que esperan que la agenda y la coyuntura tapen con nuevos temas esa mala noticia que les afecta. También hay temerarios que persiguen la exposición sin medir costos y consecuencias. Y en el medio, una infinita escala de grises. ¿Es posible señalar un criterio general que permita orientarnos en esos momentos inciertos que suelen acompañar a una mala noticia? Lo intentaremos.

Un paso a paso con preguntas para enfrentar una mala noticia y decidir si comunicar o no y cómo:

  1. El contexto manda I: conocer el trasfondo de la mala noticia. ¿Es real? ¿Es pública? ¿Cuáles sus causas y consecuencias? ¿Tiene remedio? Reunir más información de la que circula. Ser capaz de responder cualquier pregunta sobre el caso.
  2. El contexto manda II: ¿Qué pasará si respondemos? ¿A quién le quiero responder? ¿Recibirán las respuestas otros públicos? ¿Se enterarán del caso por mi respuesta? ¿Y si no respondemos?
  3. El contexto manda III: ¿Hay algo de positivo en los mismos hechos que configuran la mala noticia? ¿Quiénes son mis aliados y mis contrincantes a partir de la mala noticia? ¿Hay temas en la agenda pública relacionados con la mala noticia? ¿Qué pasa si la sacan de contexto?

Con las respuestas correspondientes a cada interrogante, podremos completar un mapa de la situación para evaluar mejor qué decisión conviene tomar. Antes de seguir avanzando, ¿se te ocurren otros aspectos a considerar?